Ante nuestros ojos, se abre un panorama protagonizado por una crisis climática que pone en jaque nuestros modelos de consumo y de explotación de los recursos. ¿Podemos hacer algo para frenar este proceso? ¿Estamos a tiempo de parar la crisis climática? Tenemos buenas noticias, el proceso de crisis climática aún es reversible y nuestro mejor aliado para lograrlo es la economía circular.
¿Qué es la crisis climática?
La crisis climática es el resultado de un conjunto de transformaciones negativas en los sistemas naturales de la Tierra, derivadas principalmente de la actividad humana. No se trata únicamente de un fenómeno ambiental aislado, sino de una combinación de problemas interconectados que afectan a la estabilidad del clima, la biodiversidad y la salud de los ecosistemas.
Diferencias entre crisis, emergencia y cambio climático
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Cambio climático: describe las variaciones en el clima de la Tierra a largo plazo, provocadas tanto por causas naturales como por la acción humana.
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Emergencia climática: término político y social que busca enfatizar la urgencia de actuar para mitigar los efectos del cambio climático.
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Crisis climática y ecológica: alude no solo al cambio en el clima, sino también al colapso de los ecosistemas, lo que engloba pérdida de biodiversidad, degradación de suelos, contaminación y sobreexplotación de recursos.
¿Cuáles son las causas de la crisis climática?
La situación actual no ha surgido de la nada: es consecuencia directa de un modelo de desarrollo basado en el uso intensivo de recursos naturales y energías contaminantes. Identificar las causas de la crisis nos ayuda a reconocer la responsabilidad humana en el problema y, al mismo tiempo, a detectar los puntos clave en los que se puede actuar para frenar su avance. Algunas de ellas son:
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Uso de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón), que liberan grandes cantidades de CO₂ y otros gases de efecto invernadero.
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Deforestación y cambio de uso del suelo, que reducen la capacidad de los ecosistemas de absorber carbono.
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Agricultura intensiva y ganadería industrial, responsables de emisiones de metano, degradación de suelos y contaminación de aguas.
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Producción y consumo desmedido, que generan residuos, contaminación plástica y sobreexplotación de recursos naturales.
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Urbanización sin planificación, que aumenta la presión sobre los ecosistemas y la demanda energética.
¿Qué consecuencias puede tener la crisis climática?
Los impactos de la crisis climática ya se sienten en todas las regiones del planeta, aunque no afectan a todos por igual. Sus consecuencias abarcan desde fenómenos meteorológicos extremos hasta crisis sociales y económicas. Analizar estos efectos nos permite dimensionar la urgencia y comprender que se trata de un reto que trasciende fronteras.
La inacción frente a esta crisis tiene repercusiones en múltiples ámbitos:
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Aumento de fenómenos extremos: olas de calor, sequías, inundaciones y tormentas cada vez más intensas.
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Elevación del nivel del mar, que amenaza comunidades costeras y pequeños estados insulares.
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Pérdida de biodiversidad, con miles de especies en peligro de extinción.
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Impacto en la salud humana, desde enfermedades respiratorias hasta la expansión de virus transmitidos por vectores.
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Migraciones climáticas, forzando a millones de personas a abandonar sus hogares.
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Crisis alimentaria y económica, derivada de la reducción de cosechas y la inestabilidad de mercados.
Cómo contrarrestar la crisis climática y ecológica
A pesar de la magnitud del problema, todavía existen oportunidades para revertir parte de sus efectos y evitar los escenarios más graves. Las soluciones pasan tanto por cambios estructurales impulsados por gobiernos y empresas como por acciones individuales que, sumadas, pueden marcar la diferencia. Este apartado ofrece un panorama de alternativas que ya están en marcha y que pueden guiar el camino hacia un futuro sostenible.
Economía circular como estrategia contra la crisis climática
Cuando se plantea utilizar la economía circular como estrategia climática el objetivo es trabajar en torno a tres grandes ejes:
- Reducción de gases de efecto invernadero. La economía circular plantea como necesidad fundamental la reducción de nuestros niveles de consumo, y uno de los motivos que justifican este planteamiento es que la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero están relacionadas con la extracción y procesamiento de materiales. Inevitablemente, en el momento en que se reduce la demanda de productos, se reducen las emisiones ligadas a la extracción de materias primas, a la producción y los transportes asociados. Si a esto sumamos el diseño de productos eficientes en cuanto al uso de materiales, estaremos logrando reducir notablemente las emisiones ligadas a la industria.
- Transición a energías limpias. La necesidad de pasar de los combustibles fósiles que dominan nuestro panorama energético, a las energías limpias no alberga ningún género de dudas a estas alturas: la energía eólica y solar serán las principales aliadas a la hora de reducir las emisiones, pero estas al igual que el resto de energías limpias requieren materias primas que nos permiten elaborar turbinas eólicas, paneles solares o vehículos eléctricos, y supondrán al mismo tiempo la generación de residuos que han de gestionarse correctamente. En este punto es donde cobra sentido la economía circular, que ayudará a aliviar la presión del suministro de materiales y permitirá reducir al mínimo el volumen de residuos ligados a la generación de energía.
- Adaptación al cambio climático. Ignorar la evidencia del cambio climático sólo sirve para retrasar nuestra reacción y agravar sus consecuencias. La manera en que consumimos los recursos que nos rodean ha derivado en la pérdida de biodiversidad y estrés hídrico. En este punto resulta crítico adaptarnos al cambio climático: en función de la respuesta que nos da la naturaleza, debemos protegerla apoyándonos en estrategias de economía circular que nos ayuden a reducir la demanda de materias primas. Por ejemplo, la agricultura regenerativa, permite pasar de la explotación a la restauración desde una concepción integral de los procesos agrícolas, en la que se contempla el impacto del cultivo en la biodiversidad, la salud de los suelos, la gestión de los residuos, la combinación con la ganadería como medio de fertilización y la reducción del uso de tratamientos mecánicos, químicos y físicos. De esta manera, lograremos reducir la presión sobre los ecosistemas naturales y, al mismo tiempo, facilitar que desarrollen mecanismos de adaptación, como los bosques, que regulan las temperaturas o los manglares, que funcionan como barrera de protección ante inundaciones.
La economía circular se revela así como el perfecto aliado de la lucha contra el cambio climático. Tenemos que lograr mantener el nivel de bienestar que hemos alcanzado con menos productos y materiales. Esto significa fijar la circularidad como objetivo desde la fase de diseño de los productos, al mismo tiempo que se modifican gradualmente los patrones de consumo. Para ello será necesario seguir trabajando en la integración de las estrategias de economía circular con la gestión del cambio climático.
Por qué es urgente actuar frente a la emergencia climática
Cada año que pasa sin medidas contundentes incrementa los riesgos de alcanzar puntos de no retorno, como el deshielo irreversible de glaciares o la desaparición de bosques amazónicos. Actuar con rapidez y determinación es esencial para asegurar un futuro habitable, justo y sostenible para las próximas generaciones.
La crisis climática y ecológica no es un problema del mañana: es un reto del presente que requiere un compromiso global y la participación activa de gobiernos, empresas y ciudadanía.