plástico en los océanos
Plástico en los océanos
09/02/22 | Publicado por TheCircularLab

Cada año se producen en el planeta unos 300 millones de toneladas de plásticos para una amplísima variedad de usos que, sin duda, mejoran nuestras vidas con prestaciones que abarcan los envases, el transporte, la electrónica, la construcción, la agricultura, el ámbito médico y la energía. Un mundo sin plástico es sencillamente inconcebible.

Pero, por otra parte, al menos 14 millones de toneladas de plásticos acaban en el mar, perjudicando no solo a la fauna marina, sino forzando el avance del cambio climático. También cada año, según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Dicho de otro modo: el 80% de la polución marina depositada incluso a cientos de metros de profundidad es plástico.  Pero, ¿cómo termina el plástico en los océanos?

En ocasiones, estas dos informaciones (los beneficios y los impactos del plástico) aparecen juntas con el fin de establecer una especie de relación entre ambos aspectos del plástico como si sus ventajas escondieran una especie de parte oscura totalmente irremediable. Pero esta visión es errónea. Los beneficios del plástico no comportan necesariamente sus efectos indeseados. Estos efectos podrían ser reducidos a prácticamente nada con una gestión adecuada.

Si las botellas de plástico, las bolsas de plástico y otros materiales llegan al océano es por una serie de circunstancias totalmente evitables. Los países donde el problema es más acusado son muy distintos entre sí, pero tienen en común una falta de infraestructuras de prevención y de gestión adecuada de los residuos, con una mínima aplicación de soluciones de economía circular. Y si esto se combina con una gran población, con un gran desarrollo relativamente reciente de la sociedad de consumo y con un crecimiento económico elevado, llega la tormenta perfecta.

 

¿Qué país tira más plástico al mar?

Esto explicaría porque más del 80% del plástico que se vierte en los océanos procede del continente asiático. Solo Filipinas es responsable del 36% de los plásticos que llegan al mar y la India de un 13%. Malasia y China cuentan con una participación algo superior al 7% cada una.

Según estudios publicados, después de Asia, los continentes/regiones con más vertidos de basura marina al mar son África (8%) América del Sur (5,5%) y América del Norte (4,5%). La contribución de Europa con una población superior a la de América del Norte y con sociedades altamente desarrolladas y consumistas no llega al 1%. Esto permite inferir que los sistemas avanzados de gestión de residuos son la clave para solucionar el problema, aunque hay que matizar que no todos los países de Europa llegan al mismo estándar de desarrollo en este ámbito.

 

Medidas entrelazadas para acabar con el plástico en los océanos

La batería formada por estrategias, legislación general, normas específicas, responsabilidad ampliada del productor, circularidad en el horizonte 2050 está demostrando su utilidad. Todas estas medidas e iniciativas se retroalimentan positivamente entre sí y, de hecho, la Comisión Europea cree firmemente que todas deben estar lo más entrelazadas posible. Así, por ejemplo, el envase plástico es uno de los siete ámbitos considerados como cruciales para llegar a la circularidad en 2050. Cuando los objetivos sectoriales se vinculan a grandes compromisos de carácter general, es más fácil que los primeros se cumplan.

Ciertamente, los organismos internacionales, fijándose en tendencias actuales, anuncian los peores escenarios en cuanto a polución para un futuro inmediato. Pero si antes señalábamos el error que supone vincular la propia existencia del plástico con su impacto, no lo es menos poner el acento en la visión catastrofista.

Desde hace algunos años la colapsología, esa disciplina que investiga los factores que pueden llevar al colapso de la civilización industrial, ha impregnado directa o indirectamente muchas de las aproximaciones a los problemas ambientales y a sus soluciones.

De aquí se derivan mensajes de emergencia y de caos inminente, que transmiten la sensación de que quizás ya no valga la pena intentar poner remedio a las disfunciones. Esto forma parte de una tendencia, propia del zeitgeist actual, de abandono progresivo de la racionalidad, que se hace visible en otros muchos ámbitos. ¿Planeta o plástico? es una pregunta que algunos se atreven a plantear sin ambages, como si estuviéramos ante el todo o nada.

Si la solución europea funciona, y por el momento se demuestra que sí, incluso con sus fallos, lo único que impide su extensión a otras regiones del mundo es la débil influencia de la UE en el concierto internacional tanto en el hard como en el soft power. Pero esto ya es motivo de otra reflexión.

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